Fiesta de los fracasados

Hubo un tiempo en el que en casa y en el cole nos repetían que teníamos que esforzarnos por ser alguien «de provecho». Que el éxito en la vida era un objetivo a alcanzar y que eso dependía fundamentalmente de nosotros mismos. Nuestros mayores, que habían sufrido las penurias y el hambre de la posguerra, habían crecido en una España que había pasado del subdesarrollo y la escasez a ser un país de oportunidades y progreso. Esa Historia colectiva no era más que una suma de pequeñas historias individuales de superación personal. Ejemplos como el de Alfonso Escámez o Amacio Ortega son la punta del iceberg de millones de historias personales, de miles de familias, que partiendo de la nada consiguieron prosperar y regalarnos una vida acomodada.

Pero los tiempos cambiaron… En las aulas y en los medios de comunicación, los dueños del lenguaje antepusieron la solidaridad con el débil y la falsa modestia al esfuerzo y a la superación, la imbecilidad a la lucidez y el progresa adecuadamente al sobresaliente. Obviamente había que acabar con esa filosofía del sueño americano, no sea que los mejores lleguen más alto que los peores, y ellos se queden atrás. Todo esto con el añadido indispensable de la aculturación de la sociedad… Es difícil encontrar menores de 30 años que sepan distinguir «a ver» de «haber», que sepan cuál es la capital de Suiza, por donde pasa el Danubio o quién fue Juan de Austria, por decir algo. Su nulo conocimiento de la Historia, proscrita en las aulas, les dificulta comprender la realidad de la II República española, que Cataluña nunca fue un país o el desastre que el comunismo significó en el Siglo XX.

No hay mejor remedio contra la envidia que saber que con el esfuerzo se puede llegar a lo más alto, de modo que en este nuevo contexto el resentimiento y el odio vuelven a hacer aparición en España. De ahí la irrupción de ideologías que se nutren de esos sentimientos y que ya eran minoritarias o casi olvidadas en España. Por increíble que parezca, en pleno siglo XXI, un elevado porcentaje de la población española, principalmente jóvenes, creen que el Gobierno debe darles becas sin notas mínimas, una casa para emanciparse, un «sueldo digno» y no sé cuántas cosas más, además obviamente de todo lo que ya les da, que les sabe a poco… O sea, expoliar la riqueza de los que consiguen triunfar para mantener eternamente su dolce far niente. «Que paguen los ricos» repiten como loros, mientras hacen un botellón. Hemos pasado de admirar a los triunfadores («los poderosos» les llaman) a considerarlos unos enemigos, ladrones, enchufados y, obviamente, culpables de que a nosotros nos vaya mal. Si hoy en España se hiciera un ranking de los personajes más odiados, Amancio siempre aparecería en el Top Ten.

En este contexto, no es de extrañar que se hayan aupado al poder político una masa de charlatanes fracasados que amenazan con resolver nuestros problemas con sus recetas de crecepelos milagrosos. En lugar de llegar a la política triunfadores, han llegado mediocres, cuya principal virtud es no tener historia y por supuesto no haber llegado a nada en toda su vida si no es cobrando un sueldo del Estado o de un partido político. Mientras en USA el pueblo confía en quien demuestra que ha triunfado en su vida, aquí llegar con una mano delante y una detrás es un aliciente para considerarlo alguien de fiar… Uno de los nuestros. Es significativo ver las declaraciones de bienes de los políticos, en las que personas con más de 40 años venden como un logro tener un patrimonio raquítico, o a dos candidatos a presidir el Gobierno discutiendo en televisión sobre quién gana menos dinero.

En muchos ayuntamientos, como el de Cádiz, la suma de los currículums de sus concejales no alcanzaría ni la mitad del necesario para obtener un puesto directivo en una empresa. Una ciudad de la importancia mundial de Barcelona está en manos de una individua cuyo única experiencia laboral previa es haberse vestido de Superman. El futuro de Cataluña, otrora ejemplo de prosperidad y vanguardia, ha pasado por arte de la magia de otro fracasado de la vida, Artur Mas, a depender de un puñado de frikis «anticapitalistas, independentistas y feministas» según ellos mismos se definen, que nos quieren sacar de la UE, del Euro y, si fuera por ellos, del Sistema Solar y de la Vía Láctea. Mención especial para este político catalán, cutre emulador de Companys, al que mandan a su casa chuleado y derrotado, no sin antes haberse cargado a su coalición (CiU), a su partido (CDC), a la derecha catalana, a su Comunidad y a España si no nos andamos con ojo… Y todavía se va a su casa aplaudido, saludando al tendido y pretendiendo ser un héroe.

Hoy asistimos a la constitución de las Cortes Generales.. Las mismas Cortes en las que se sentaron Emilio Castelar, Cánovas de Castillo, Ortega y Gasset o Gregorio Marañón recibirán, entre otras personalidades, a 69 perroflautas, parias de la tierra, que convertirán el Congreso en un parque de atracciones, dirigidos por un mediocre profesor de universidad, formado y financiado por una república bananera que, con la inestimable ayuda de un grupo de mediocres periodistas que le convirtieron en un telepredicador, pretende instaurar en nuestro país el exitoso régimen socialista que tanta prosperidad ha traido al mundo y a su admirada Venezuela. El primer episodio del bebé y los surrealistas juramentos puño en alto, son solo el principio. Los numeritos para Youtube, insultos y faltas de respeto en el hemiciclo serán lo habitual… Al tiempo…

Pero el esperpento puede no acabar aquí. La fiesta de los fracasados puede alcanzar su cénit si  otro mediocre como Pedro Sánchez consigue su propósito de ser Presidente del Gobierno. Este don nadie, que se hacía el guay en su charla con Bertín por estar «mandando currículums por internet hace 5 años», va camino de ser el Artur Mas de la política española. Lejos de irse a su casa después de hacer perder a su partido el 20% de sus escaños estando en la oposición y hacerlo caer a las cotas más bajas de apoyo popular desde la restauración democrática, compareció ante los españoles y ante su partido diciendo que habían «hecho historia» (bueno, quizás en esto no se equivocaba) y ahora, después de su récord, se agarra a la posibilidad matemática de ser investido Presidente, para que su partido no lo fulmine por incompetente. Para ello, necesitará el apoyo de los frikis bolivarianos y de los mismos nacionalistas que están proclamando la República Catalana en otro parlamento, sin que le tiemble el pulso, ni ruborizarse ante tal escenario. «Coalición de progreso» le llaman, los que jamás progresaron ni dejaron progresar a nadie. Como Artur, se cargará a su partido, a la socialdemocracia española en beneficio de los rancios comunistas y de camino a su propio país, al que dejará en manos de quienes quieren acabar con él.

«Rigidos los cuerpos los maniquíes bailan«, cantaba Germán Coppini en su Fiesta de los Maniquíes. Si se culmina el esperpento, la Fiesta de los Fracasados será completa. A partir de entonces, los cuerpos rígidos serán los nuestros, que asistiremos como maniquíes a su baile.

 

 

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