12 DE OCTUBRE

Si Don Cristobal Colón levantase la cabeza, se sentiría desagraviado por todos los sufrimientos y humillaciones que tuvo que pasar tras haber descubierto para Castilla y Europa un continente hasta ese momento desconocido para ellos. Imagino su sorpresa y su orgullo al ver lo que aquellos duros viajes han terminado suponiendo. Murió sin conocer las dimensiones físicas del nuevo continente, sin saber a ciencia cierta de qué se trataba, y sin sospechar ni por asomo la dimensión histórica, humana y política que su hazaña iba a tener para la humanidad. Desde aquél 12 de Octubre de 1492 ya nada volvería a ser igual en nuestro mundo. Aquello sí que fue un encuentro histórico planetario, bastante más que el de ZP con Obama, que vislumbró el cerebro privilegiado de Leyre Pajín.

España tuvo la suerte, gracias a la visión política de Isabel de Castilla, de contar con el navegante genovés en su carrera de las especias contra Portugal. Su hallazgo, trajo consigo la posterior colonización de ese nuevo continente por los europeos, principalmente españoles, lo que ha supuesto que a día de hoy lo habiten más de 150 millones de mestizos y casi 200 millones de criollos de origen europeo coexistiendo con 50 millones de indígenas, y que más de 500 millones de americanos hablen hoy nuestro idioma.

Esa expansión de la raza y cultura hispanas, ese encuentro de culturas y sobre todo de personas, es lo que celebramos el 12 de Octubre en España y en América, y no el supuesto «genocidio» que muchos ignorantes quieren ver. España tuvo el privilegio de ser el gran exportador cultural de Europa, de dar origen a los países que hoy conforman el continente americano y a sus estructuras políticas, económicas y sociales, de llevar su lengua, religión y todos los avances científicos, tecnológicos y culturales que el viejo continente había alcanzado a través de los siglos, desde Sumeria, Egipto, Grecia y Roma, hasta la Europa del S.XVI, a los habitantes del continente recién descubierto.

He dedicado años de mi vida en el estudio de las civilizaciones antiguas, principalmente las americanas. Siempre me resultó especialmente interesante observar las similitudes y las diferencias entre seres humanos desarrollados independientemente, desde que en el paleolítico quedaran divididos en dos «mitades» por la separación del estrecho de Bering. Unos y otros, crearon religiones, imperios, monarquías, clases sociales, impuestos, esclavos y ejércitos;  domesticaron plantas y animales, se concentraron en urbes y desarrollaron expresiones artísticas. La diferencia fue fundamentalmente el ritmo, mucho más acelerado en Europa y Asia debido al comercio y al intercambio cultural.

Por mucho que joda a los indigenistas reconocerlo, y que nos cuenten que destruimos unas civilizaciones avanzadísimas, los habitantes del nuevo continente estaban en un estadio de desarrollo muy inferior a los recién llegados. No conocían inventos fundamentales para el comercio, como la rueda o la vela para navegar grandes distancias, obviamente ni hablar de brújulas, astrolabios o cartografía; se encontraban en plena Edad de los Metales, sin haber llegado a aleaciones básicas como el acero. La pólvora les parecía algo así como truenos de los dioses, mientras seguían usando armas tan poco sofisticadas y paleolíticas como las flechas o los cuchillos de obsidiana. Muchos toman como referencia sus avanzados conocimientos astronómicos, ignorando que por estas tierras andaban unos tales Copérnico, Galileo o Kepler y su medicina chamanista no llegaba ni siquiera al nivel de la del Egipto de los faraones. Arquitectónicamente, seguían en la época de las pirámides, miles de años después de los egipcios y de las impresionantes construcciones griegas y romanas, al tiempo que en Europa se construían complejas abadías y catedrales góticas. Culturalmente, siglos después de Aristóteles o Averroes, y dos mil años después de que Homero escribiera La Odisea, en tiempos de Cervantes y Shakespeare, los mexicas seguían usando la escritura jeroglífica en sus códices y por supuesto no había ni rastro de literatura (por no hablar de su pobre escultura o pintura si pensamos, por ejemplo, en Miguel Angel). Y por mucho que la Inquisición europea resulte aberrante, era un juego de niños comparada con los sacrificios humanos de las primitivas religiones americanas y sus supersticiones.. Todo esto tomando como referencia a los dos grandes imperios americanos, porque el resto no habían pasado de una organización tribal, dirigidos por caciques en taparrabos.

Esa superioridad cultural y tecnológica, y no unos cuantos arcabuces rudimentarios, es la causa de la victoria de una civilización sobre la otra, al igual que la cultura latina se impuso a la íbera o a la celta cuando los romanos decidieron expandir su poder. Ellos nos dieron su rica lengua y su Derecho Romano, base de nuestro Derecho Civil, sus acueductos, puentes y calzadas, y a nadie se le ocurre hablar de un «Holocausto Ibérico», por muy descendiente de Tartessos que yo me crea.

Si un grupo de aztecas hubiera sido capaz de llegar a Europa con sus canoas a remo, es totalmente inimaginable que hubieran podido someter a los europeos e imponerles su «cultura».

Los que sólo ven en el descubrimiento y conquista de América un genocidio y una vergüenza, son de lo más variopinto, pero se pueden agrupar en dos grandes tipos de ignorantes:

En primer lugar un numeroso grupo de latinoamericanos, principalmente mexicanos, que aparte de bailar regaeton, llevan décadas siendo manipulados por los mismos criollos, de origen español por supuesto, que monopolizan el poder en sus países y que los hacen creer hijos de Moctezuma o Atahualpa, cuando no son más que descendientes de colonos españoles que cruzaron el Atlántico en algún momento. Obviamente no reparan en que fueron ellos, los criollos y no los españoles, los que una vez conseguida la independencia asaltando el poder político y económico, abolieron los derechos de los indígenas, confiscaron sus terrenos comunales y persiguieron sus lenguas autóctonas, las cuales no podían adoptar como la propias de sus paises porque ni ellos mismos las hablaban. Así lograron crear una conciencia nacional en sus nuevas patrias, buscando, como hacen todos los nacionalismos, una historia y un enemigo mítico a quien culpar de sus desgracias, y celebrando una liberación, que nunca ocurrió, de una opresión que nunca existió. Por supuesto nunca les explicarán que, aunque muchos colonos abusaran de su poder en una época sin inspectores de trabajo y sin teléfonos móviles, España fue pionera en el Derecho Internacional con la promulgación de las Leyes de Indias o las Leyes Nuevas, entre otras muchas proteccionistas con los indígenas, que prohibió la esclavitud siglos antes de Lincoln y que por primera vez en la Historia se planteó qué derecho tenía a conquistar unas tierras habitadas por otros y someter a sus pobladores, buscando cobertura jurídica y filosófica a la conquista militar.

En segundo lugar, encontramos a un conjunto de españoles, por llamarlos así, cuyo alto nivel cultural y profundidad de pensamiento se resume en las frases de la okupa Colau: «Vergüenza de Estado que celebra un genocidio» o del erudito Kichi: «Nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un continente y sus culturas». Curioso además que esta gente suela identificarse con una ideología, la comunista, que ha causado el mayor genocidio de la Historia Contemporánea.

Cada país celebra una vez al año su Fiesta Nacional, referida normalmente a un hecho histórico trascendente para su país. Así los franceses se identifican con el 14 de Julio, Le Jour de la Bastille, que aún dando pie a un enfrentamiento entre franceses y al posterior Terror de Robespierre, supuso para ellos (y para el mundo entero) un cambio de ciclo político y social que aún perdura y del que están orgullosísimos. Muchos países, los de menos antigüedad, celebran el Día de la Independencia y otros como Inglaterra lo dedican a celebraciones religiosas. España, entre sus muchas efemérides históricas, eligió una tan universal y de tanta trascendencia como el 12 de Octubre, y sigue celebrándolo, a pesar de algunos «descubridores» de la Historia que, como Colón, no se han enterado de la importancia de la fecha y quieren aguarnos la fiesta.

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